Resumen
El personaje principal del pequeño escrito es Balam, él sobre los acontecimientos que ha vivido a lo largo de su vida. Balam fue un niño con muchas restricciones debido a su cultura. Balam se separa de su madre a su corta edad y es ahí donde empezó a entender que el sufrimiento, la tristeza es parte de la vida. Balam va narrando conforme a las etapas de su crecimiento y dentro de estas etapas se le presenta obstáculos, pero él decide desafiarlas. Balam narra cómo empezó a migrar a su corta edad y como esta migración forzada lo llevo a aprender un nuevo idioma que es el español puesto que su primer idioma es el Tzeltal perteneciente a la cultura Maya. En el relato, Balam describe un suceso trágico como la separación de su madre, y él relata que cuando su madre partió ella llevaba un morraleta-bolsa en donde llevaba su ropa, y metafóricamente Balam relaciona que en esa morraleta-bolsa se encontraban los sueños de un niño Migrante. Balam siempre fue un niño, un adolescente, y joven migrante en donde le dejó muchas experiencias positivas como negativas. Gracias a su experiencia y a sus estudios Balam se dedica a apoyar a la comunidad migrante que están solicitando asilo político a los Estados Unidos. Hoy en día, Balam se encuentra en cuarentena por la pandemia, pero él no renuncia puesto que su cosmovisión indígena Maya le indica que él tiene que seguir luchando para los derechos de los migrantes. Entonces, hoy se pregunta ¿qué hay de los migrantes durante la pandemia? ¿tienen apoyo médico o humanitario los migrantes durante esta crisis? ¿Cómo están las madres o padres que fueron separados de sus hijos?
I. Nacimiento en una Comunidad de Migrantes
Había una vez una comunidad indígena llamada Emiliano Zapata la cual pertenecía al Estado de Chiapas y a la cultura Maya. Esta comunidad indígena, según la historia de los ancestros, se fundó a partir de varias familias migrantes de comunidades o parajes aleñadas a esta. A lo largo de los años la población de la localidad creció en gran cantidad, tanto así que en los años 90 empezaron a migrar algunas personas hacia la cabecera municipal.
Dentro de esta comunidad había una familia extensa, y en la cual nació un niño llamado Balam. Balam fue criado por su madre y sus abuelos maternos porque su padre se salió de la comunidad. Se preguntarán el significado de su nombre, Balam: significa Jaguar, y según las concepciones Maya, Balam es sinónimo de poder. En la cultura Maya los personajes que utilizaban vestimentas de jaguar eran las personas con autoridad e importancia en la sociedad. Asimismo, los abuelos y ancestros de Balam consideraban a este animal como ambivalente, símbolo de la oscuridad y de la luz.
Balam fue creciendo y conociendo la naturaleza a su corta edad. Balam no contaba con juguetes como carros, muñecos, y demás porque en su familia no tenían dinero para comprárselos. Además, se les dificultaba viajar a la ciudad para comprar, ya que en esos tiempos no había carreteras; sólo había una vereda que atravesaban los altos y verdes cerros para llegar a la ciudad. Eso, era todo.
Balam vivió durante seis años en la comunidad de Zapata. En ese lugar no había luz eléctrica ni agua potable, y los medios de transporte eran escasos, pero a Balam le importaba poco. Él era feliz porque disfrutaba jugar con sus amigos y primos. En las tardes y noches a Balam le gustaba escuchar el canto de las aves y jugar bajo la luz de las estrellas y la luna. Por la noche, Balam se reunía con sus primos alrededor del fuego antes de ir a dormir.
El abuelo de Balam era un hombre muy inteligente y amable. El abuelo no se iba a dormir sin antes contarles un cuento o una historia a sus nietos. Los cuentos del abuelo sirvieron para que Balam fuera comprendiendo la cosmovisión indígena Maya, y así fue adquiriendo conocimientos sobre la vida.
La mamá de Balam se dedicaba a criar pollos y hacer bordados para después venderlos. Sin embargo, no fue suficiente para cubrir los gastos de Balam, y la mamá de este niño tuvo que migrar a la ciudad para trabajar como sirvienta de casa y así obtener un poco mas de dinero. Entonces Balam se separó de su mamá a la edad de cuatro años. Balam recuerda cuando su madre partió. Balam se levantó junto con su tía para despedirse de su mamá. Balam recuerda que el equipaje de su madre era una morraleta de plástico y dentro de ese equipaje se encontraban todos los sueños de la vida. El niño quedó destrozado emocionalmente; recuerda que esa madrugada no pudo dormir más. Balam se quedó viviendo con su tía y sus abuelos.
La mamá se identificó como una mujer luchadora, no obstante, ella tenía un pequeño problema porque su idioma original era el Tzeltal, y en la ciudad se hablaba el español. Pero la mamá se armó de valor y se enfrentó ante este problema. Ella trabajó como cocinera y mesera en un restaurante en la ciudad. Unos meses después, la mamá ya entendía y hablaba un poco el español. La madre iba a visitar a Balam cada mes y ella le llevaba muchas frutas, dulces, y ropa.
Balam por su parte acompañaba a su abuelo a la milpa para cargar leña, sembrar, y cosechar maíz y frijol para el sustento familiar. También iba a la escuela junto con sus primos y amigos. Al final de las clases, Balam y sus amiguitos pasaban las tardes en el rio nadando y en los cafetales. Estos días se terminaron cuando Balam cursaba el primer año de primaria y, junto con su familia, tuvo un gran problema con la gente de la comunidad.
II. Migración de Balam para juntarse con su mamá
En ese tiempo la comunidad se regía bajo sus usos y costumbres, y cada mes se llevaban a cabo asambleas con las autoridades del lugar. En las escuelas se requerían de pagos de inscripciones y trabajos comunales que normalmente hacían los padres biológicos, a parir de ahí los miembros de la comunidad acordaron que se tenía que expulsar a los alumnos que no tenían un padre biológico trabajando para la comunidad. Por tanto, Balam fue expulsado.
Su tío y abuelo lo defendieron ante esta adversidad, pero muy poco pudieron hacer. Conforme Balam fue creciendo algunas personas de la comunidad empezaron a rechazarlo y discriminarlo porque él no tenía a su padre biológico que ayudaba en los trabajos comunales.
Debido a este maltrato, Balam, a los siete años, tuvo que migrar a la ciudad en donde estudió y trabajó junto a su madre. Para el niño no fue fácil este cambio drástico puesto que él tampoco hablaba español. Pero al igual que su madre, él aprendió hablar el idioma español estudiando y trabajando. Sin embargo, nada importaba porque Balam ya estaba bajo la protección de su madre.
Después de un año en la ciudad, los empleadores de la madre no aceptaban al niño. Por eso, Balam se fue separando de su madre nuevamente. Decidió buscar nuevos horizontes.
Balam empezó a trabajar en un restaurante, a los ocho años. Balam se dedicaba a hacer la limpieza del comedor y hacer mandados al tianguis del pueblo. Balam era ya un niño migrante. En su trabajo, aprendió a hacer tacos y otros antojitos típicos del pueblo. Además, Balam estudiaba por la mañana, levantándose a las 5:00 a.m. para hacer el aseo de la calle del restaurante, y después hacer los mandados o compras al mercado.
Una vez terminado su trabajo en el restaurante, él se arreglaba y desayunaba antes de ir a la escuela. En la tarde, Balam de nuevo tenía que hacer el aseo del comedor y lavar algunos trastes. Balam odiaba hacer todo este trabajo porque él veía jugar a sus amigos, pero él no tenía la oportunidad de hacerlo ya que dependía de una patrona. Balam trabajaba seis días a la semana, y él ya tenía una rutina de trabajo. A causa de esto Balam tenía un día favorito y era los días domingos, porque era su día libre en donde aprovechaba para ir a ver un partido de béisbol, nadar y a montar caballo con sus amigos.
. . . Se preguntarán, ¿dónde estaba la mamá de Balam? La mamá de Balam tenía un trabajo pesado: todos los días ella tenía que llevar varios litros de agua en la segunda planta de la casa de donde trabajaba porque no subía agua en la segunda planta. Un día la mamá se resbalo de las escaleras cuando ella cargaba agua, dejándole varias lesiones y por eso estuvo hospitalizada; tuvo un fuerte golpe en el estómago y por esa razón renunció a su trabajo y se regresó a la comunidad Zapata. Mientras tanto, Balam se quedó en la ciudad viviendo solo y triste por lo que le había sucedido a su madre.
A la edad de los once años terminó la educación básica posteriormente migró a otra ciudad llamada Ocosingo, Chiapas, y junto a su madre vivió seis años más. Balam siguió estudiando con gran entusiasmo porque quería aprender y sobresalir. Por otra parte, Balam trabajaba en sus días libres, como jardinero y pintor en los ranchos. Además, Balam llegó a ser un joven que le gustó el deporte; él jugaba futbol en su escuela y en el barrio. Entonces, tal parece que Balam en su niñez y adolescencia fue un migrante.
III. Migración a nuevas oportunidades
Aquel niño migrante que no hablaba español llegó a conocer varias culturas. Balam se convirtió en un joven, y su necesidad de migrar para sobrevivir se convirtió enun sueño de conquistar nuevos horizontes. Es por ello que decidió migrar para estudiar psicología a un Estado llamado Michoacán, el cual se encuentra en el centro de la República Mexicana. Balam pertenecía a la cultura Maya, pero en esta nueva etapa él convivio con personas de las culturas Purépecha y Tarasco. El viaje para Balam fue bonito y a la vez pesado—viajando veinticuatro horas desde Chiapas a Michoacán.
Este joven llegó a la ciudad sin ningún amigo o conocido, y cuando él llegó le era difícil adaptarse sin un circulo de amistad. Un día, Balam se perdió en la ciudad porque tomó el trasporte equivocado. En los fines de semana este joven salía a pasear por toda la ciudad ya que esta ciudad se prestaba mucho para caminar entre sus calles limpias y sus paredes rosadas. La mayoría de las paredes de las casas estaban construidos de canteras de color rosa, pero ¡oh diablos, esto le hacía recordar el suéter de su madre cuando se separaron por primera vez! Pareciera que, a Balam, este color de las paredes le recordaba porqué tenía que cumplir sus sueños. El color reforzaba las ganas de seguir adelante.
Balam estudió en una universidad pública. Esta universidad era reconocida por su población de la clase baja puesto que la universidad era gratuita. Sin embargo, para Balam le era difícil sustentarse en dicha ciudad, y por eso tenía que trabajar como mesero y cargador de frutas en una tienda de abarrotes. Además, Balam solicitó una beca de la Universidad, pero para eso tenía que pelear con el sistema del gobierno.
Era un domingo por la noche cuando Balam y otros 100 compañeros fueron a cerrar la Universidad. El gobierno y algunos líderes de la universidad eran tan corruptos que lucraban con las necesidades de los estudiantes. En respuesta, los estudiantes decidieron organizar manifestaciones para quejarse del gran atraso de las becas. Ese día, los estudiantes cerraron la Universidad y las calles de la ciudad para así generar un caos en el tráfico de la ciudad y de esta manera ser escuchados por el gobierno.
En la madrugada del día lunes se empezaba a observar el tráfico en una parte de la ciudad. En el acueducto de la ciudad se veían reporteros de todos los medios de comunicación de la ciudad. La gente, los transportistas, los usuarios, todos se empezaban a enojar con los estudiantes que se encontraban en huelga. Incluso había compañeros de la universidad que estaban en contra de esta manifestación puesto que ellos querían seguir asistiendo a clases. Parecía que los estudiantes manifestantes no tenían el apoyo de nadie.
Más o menos como a las 6:00 a.m., Balam se encontraba en medio de la multitud con sus compañeros manifestantes. Balam estaba parado bajo un árbol de jacarandas afuera de la universidad cuando, de repente, Balam vio las luces de las patrullas de los policías. Ante esta situación los compañeros de Balam se mantuvieron quietos, pero la policía no llegó a buscar un dialogo, sino que llegó a golpear directamente a los estudiantes. Balam, en su pensamiento, dijo con coraje: “Mierda tengo que ayudar a mis compañeros.”
Balam llegó al frente de la manifestación, pero segundos después los policías empezaron a golpear con palos a uno de los compañeros de Balam. Balam, junto a sus compañeros, se defendió con resorteras, palos, y bombas molotov, pero esto solo hizo enfurecer a los policías. Los policías empezaron a tirarles gas lacrimógeno a los manifestantes-estudiantes. Uno de los afectados fue Balam y por ende no podía ver nada. En ese mismo instante llegaron unas compañeras de Balam a auxiliarlo, y las mujeres estudiantes utilizaron toda su fuerza para ayudar a sus compañeros. Balam fue llevado al baño de la universidad, el cual era un espacio seguro porque los policías no tenían derecho de entrar a las instalaciones de la universidad.
Balam fue auxiliado, pero no le importaba nada más que el dolor, el ardor de gas en su cara. Las compañeras de Balam decían: “acuéstate, tírate al piso.” También, Balam escuchaba los gritos de sus compañeras en donde decían: “traigan la leche, traigan la Coca Cola al baño, traigan una franela.” Recuerda Balam que en su cara sintió un líquido muy frio que le generaba más dolor y ardor, pero era la leche que sus compañeras habían puesto en su cara. Balam se tuvo que quitar el suéter porque tenía mucho gas y le generaba ardor en su cuerpo. Minutos después, Balam fue controlándose, y el dolor, el ardor fue curándose gracias a sus compañeras.
Después de una hora Balam se entera que varios de sus compañeros fueron golpeados brutalmente y de ahí mismo fueron llevados al hospital para ser atendidos. A partir de este suceso, el rector y las autoridades decidieron acordar un dialogo sobre el pago de las becas de los estudiantes.
Entonces, tal parece que la manifestación tuvo un resultado positivo—y ¡pareciera ser que se tenía que llegar a la violencia para ser escuchado! Balam dijo: “Maldita injusticia del sistema.” Desde ese entonces se trazó una meta en su vida: hacerle frente al sistema, enfrentarse con los problemas de la sociedad, y ayudar a su comunidad—ya sea su pueblo, los estudiantes, u otra identidad que todavía estaba por encontrar.
IV. Migración a la frontera
Balam vivió durante siete años en aquella ciudad, y cuando terminó sus estudios él regresó a su pueblo por un año. Este joven regresó a su pueblo con nuevos aprendizajes. Por unos meses Balam empezó a buscar trabajo, pero las oportunidades eran escasas. Balam, al ver que no encontraba trabajo, decidió migrar gracias a la sugerencia de un amigo gringo. Él tuvo que viajar de frontera a frontera; del sur al norte de México.
Balam migró a una ciudad llamada Tijuana. Cuando Balam llegó a Tijuana se encontró con su amigo gringo y juntos exploraron la ciudad. Pero a Balam no le gustó nada la estructura de la ciudad porque él estaba acostumbrado a una ciudad cultural, estaba acostumbrado a los ríos, a las cascadas, a la selva, y en el norte del país era todo lo contrario. Pero cuando caminaba por la ciudad Balam se dio cuenta que la ciudad se caracterizaba por ser multicultural debido a la gran cantidad de migrantes. Balam se dio cuenta que era una ciudad de migrantes provenientes de diferentes países como El Salvador, Honduras, Cuba, Guatemala, Venezuela, Haití y incluso Camerún, Etiopía, y otros países de África por mencionar algunos.
A Balam le nació un interés en conocer sobre el tema migratorio de esta ciudad, entonces decidió quedarse a vivir y buscar un empleo. Balam conoció un albergue y ahí empezó su trabajo de voluntariado, mientras poco a poco se fue sumergiéndose en las leyes migratorias. Había muchos migrantes que estaban pidiendo asilo político a E.U.A. y a su parecer en su mayoría era una migración forzada, puesto que los migrantes estaban huyendo de la inseguridad que vivieron en su pueblo o país. En ese tiempo Balam se percató de la gran necesidad de un psicólogo y decidió enfocar su tiempo completo a apoyar a estos migrantes.
Si bien es cierto, a lo largo de la vida de Balam, había sido un migrante. Esto le había enriquecido su vida, y su estancia ahí le generó empatía hacia los migrantes. Sin duda alguna esto le dio muchas experiencias, tanto buenas y malas. El primer día de voluntariado Balam trabajó con personas o familias provenientes del Estado de Michoacán y Guerrero. Ese día, él se dio cuenta que estas personas habían vivido todas sus vidas en sus pueblos natales, pero tuvieron que migrar debido a las constantes extorsiones, amenazas, y asesinatos por parte de grupos criminales.
Para Balam no fue fácil trabajar con estos migrantes congestionados de traumas psicológicos. Muchas mujeres eran violadas, a muchas madres les habían matado a sus hijos. Así fue adquiriendo conocimientos, por ejemplo: las personas provenientes de Centroamérica o de otras partes del mundo tendían a migrar con un gran miedo ya que están en riesgo sus vidas. Para sus compañeros migrantes centroamericanos existía otro miedo que es la detención policial y la expulsión, la indefensión por carecer de derechos y documentos de estancia legal en México. De igual modo, los grupos criminales tendían a ser un peligro ya que los migrantes son una presa fácil para extorsión y el robo.
Balam se concientizó que los migrantes eran víctimas de narcotraficantes, maras, pastores, y sacerdotes, entre otros. En fin, se dio cuenta que la mayoría de los lideres jugaban con la necesidad de los migrantes. Por otro lado, es aquí donde se puso a reflexionar en las personas que creen hacer un bien para la sociedad. En realidad, vio tanta perversión en ciertas personas que tienden a lucrar con la necesidad ajena (esto le recordó al dicho mexicano: el que no tranza no avanza).
Así fue pasando los días y los meses. Él atendía a aproximadamente 500 migrantes al mes de todas partes del mundo. Pero de repente, el trabajo migratorio tuvo un cambio rotundo gracias a una pandemia mundial en donde arrasó con todo el sistema de la humanidad, el COVID-19. Para Balam no fue fácil trabajar con esta problemática puesto que ahora toda su atención hacia los migrantes era de forma remota. Sin embargo, la pasión de Balam para apoyar a los migrantes nada ni nadie se lo podía quitar.
V. Migrantes en la época de COVID-19
Su pensamiento, su sentimiento, estaba dirigido a los migrantes en condiciones vulnerables, pero Balam le daba énfasis a los migrantes que se encontraban detenidos en el centro detención para migrantes en los Estados Unidos, ahí se encontraban detenido cientos de migrantes. Hasta Balam, quien nunca había entrado a los centros de detección para migrantes o la hieleras, sabía que la falta de higiene personal y las condiciones crónicas de salud representaban una amenaza grave para la salud y las vidas de los detenidos. Él recuerda que murió un migrante porque fue contagiado por el coronavirus.
¿Cómo Balam soporta o sobrevive durante la pandemia, ya que él se encuentra en cuarentena? Para Balam no fue fácil lidiar con las restricciones ya que él estaba acostumbrado a tener aventuras. Al mismo tiempo, reflexiona que estaba en una vivencia privilegiado porque su vida no se comparaba con los migrantes que estaban solicitando asilo político. ¿Entonces hay razón para quejarse? ¡Claro que no! Balam se conformó con estar encerrado en su casa y si dice que tenía privilegios porque tenía una vivienda, comida, un trabajo, y se encontraba en buen estado de salud. Balam vivió muchas adversidades durante su vida, entonces esta situación para él no fue difícil. Recordemos que los Mayas consideraban a Balam como un animal ambivalente, símbolo de la oscuridad y de la luz.
Es así que, durante la pandemia, Balam decidió no regresarse con su familia o a su estado natal. En cambio, optó quedarse para ayudar a los migrantes y así seguirle haciendo frente a la política injusta del gobierno de los Estados Unidos de América, el cual que desde hace años ha estado en contra de los migrantes. Por tanto, Balam siguió luchando por los derechos de los migrantes junto a otras organizaciones en la frontera de México con Estados Unidos a pesar de la pandemia. En Tijuana Baja California viven más de 10,000 migrantes de todo el mundo en busca de asilo político en los Estados Unidos. Pero a partir de la pandemia ha habido un estancamiento de la población de migrantes porque no pueden pasar a Estados Unidos; Balam concluyó que el Gobierno de los Estados Unidos era uno de los gobiernos que jugaba con la necesidad de los immigrantes, jugaba con sus emociones, y jugaba con sus sentimientos hasta el punto de llegar a ser una tortura psicológica en donde se veían afectados padres, madres, e hijos.
Hoy, Balam se pregunta sobre los migrantes que están en México, ¿Qué hay de aquellos niños que han dejado a sus amigos y familiares en su país natal? ¿Qué hay de esos jóvenes que dejaron a sus padres? ¿Qué hay de estos migrantes que están huyendo de la violencia de su país? ¿Qué hay de aquellos que no tienen medicamentos o que no tienen derechos para solicitar ayuda medica por ser migrante? ¿Qué hay de esos padres y madres que no tienen empleo? ¿Qué hay de los humanos que no tienen que comer? Por ende, las consecuencias del COVID-19 son desbastadoras y desgarradoras, tanto como cuando Balam vio partir a su madre.
Mejor dicho, ¿Qué hay de las autoridades? ¿Qué hay de las personas que gozan de sus privilegios? ¿Qué hay de las leyes de los Estados Unidos? ¿Qué medidas están tomando los gobiernos para ayudar a los migrantes en este tiempo de pandemia? En efecto, son muchas las preguntas, pero las respuestas son pocas. Pareciera que la perversidad de los políticos de Estados Unidos y México es tan cruel que incluso los temas migratorios han sido basadas en el odio y la violación a los derechos humanos más básicos.
Balam no descarta que también hay personas que en realidad se dedican a ayudar al prójimo, pero por ahora ha encontrado una sola herramienta contra la injusticia: la hermandad. Ahora Balam es un activista que se dedica a defender los derechos de otra comunidad suyo luchando ante la injusticia de los gobernantes. Balam se dedica a hacer lo que siempre quiso que hicieran con él; Balam quiere ser salvado; Balam somos todos los migrantes.
Abstract
The main character in this short piece is Balam, and the piece recounts the events that he has experienced throughout his life. Balam was a child who faced many obstacles due to his culture. Balam separated from his mother at his young age; that is where he began to understand that suffering and sadness is part of life. Balam narrates the stages of his growth and how he decided to challenge obstacles. He discusses how he began to migrate at a young age and how this forced migration led him to learn a new language, Spanish, since his first language is Tzeltal, which belongs to the Mayan culture. In the story, Balam describes a tragic event—the separation from his mother. He remembers that when his mother left, she was carrying a handwoven sack where she kept her clothes, and metaphorically Balam implies that the dreams of a migrant child are in that sack. Balam was a child, adolescent, and young migrant who had many positive and negative experiences. Thanks to his experiences and his education, Balam is dedicated to supporting the migrant community seeking political asylum in the United States. Today, Balam is in quarantine due to the pandemic, but he has not given up since his indigenous Mayan worldview tells him that he has to continue fighting for the rights of migrants. Today he asks himself: What happened to the migrants during the pandemic? Do migrants have medical or humanitarian support during this crisis? How are the mothers and fathers who were separated from their children?
I. Birth in a Migrant Community
Once upon a time there was an indigenous community called Emiliano Zapata, which belonged to the State of Chiapas and to the Mayan culture. This indigenous community, according to the history of the ancestors, was founded by several migrant families from nearby communities. Throughout the years the population of the town grew large in size, so much so that in the 1990s some people began to migrate to the municipal capital.
In this community there was an extended family and in which a boy named Balam was born. Balam was raised by his mother and maternal grandparents because his father left the community. You may wonder the meaning of his name, Balam: It means Jaguar, and according to Mayan conceptions, Balam is synonymous to power. In Mayan culture, the characters that wore jaguar clothing were people with authority and importance in society. Also, Balam’s grandparents and ancestors considered this animal to be ambivalent, a symbol of darkness and of light.
Balam was growing and getting to know nature at his young age. Balam did not have toys such as cars, dolls, and such because his family did not have money to buy them. Even so, it was difficult for them to travel to the city to buy things, since in those days there were no roads; there was only one path that crossed the high green hills to reach the city. That was all.
Balam lived for six years in the Zapata community. There was no electricity or drinking water in that place, and transportation was scarce, but Balam did not care much. He was happy because he enjoyed playing with his friends and cousins. In the afternoons and evenings, Balam liked to listen to the bird songs and play under the stars and moonlight. At night, Balam would meet his cousins around the fire before going to sleep.
Balam's grandfather was a very intelligent and kind man. The grandfather did not go to sleep without first telling his grandchildren a story. The grandfather’s stories helped Balam understand the indigenous Mayan worldview from which he acquired knowledge about life.
Balam's mother used to raise chickens and stitch clothes for money. However, it was not enough to cover Balam's expenses, so the child’s mother had to migrate to the city to work as a house servant to then obtain a little more money. So Balam separated from his mother at the age of four. Balam remembers when his mother left. Balam got up with his aunt to say goodbye to his mother. Balam remembers that his mother's luggage was a plastic sack and inside that bag were all the dreams of his life. The boy was emotionally devastated; he remembers that that morning he couldn't sleep anymore. Balam stayed to live with his aunt and grandparents.
The mother thought of herself as a fighter, but she had a little problem because her native language was Tzeltal, while Spanish was the language spoken in the city. But the mother armed herself with courage and faced this problem. She worked as a cook and waitress for a restaurant in the city. A few months later, the mother understood and spoke a little Spanish. The mother went to visit Balam every month and brought him many fruits, sweets, and clothes.
Balam on his end accompanied his grandfather to the field to carry firewood and to plant and harvest corn and beans for the family’s sustenance. He also went to school with his cousins and friends. At the end of classes, Balam and his friends spent their afternoons swimming in the river and in the coffee plantations. These days ended when Balam was in the first year of elementary school when he and his family had a big problem with the people of the community.
II. Balam’s Journey to Join his Mother
At that time, the community was governed by its uses and customs, and every month an assembly was held by the local authorities. Schools required tuition fees and communal work that were typically paid by the student’s biological parents. Community members agreed that students who did not have a biological father that worked for the community had to be expelled. Therefore, Balam was expelled.
His uncle and grandfather defended him in the face of this adversity, but they could do very little. As Balam grew older, some people in the community began to reject him and discriminate against him because he did not have his biological father who helped with communal work.
Due to this mistreatment, Balam, at the age of seven, had to migrate to the city where he went to school and worked with his mother. This drastic change was not easy for the boy since he did not speak Spanish either. But like his mother, he learned to speak the Spanish language by studying and working. Even so, none of that mattered because Balam was under the protection of his mother.
After a year in the city, the mother's employers did not accept the child, and he had to leave. For this reason, Balam was separated from his mother again. He decided to seek new horizons.
Balam started working in a restaurant at the age of eight. Balam was dedicated to cleaning the dining room and running errands at the town's flea market. Balam was already a migrant child. In his work, he learned to make tacos and other traditional local snacks. In addition, Balam studied in the morning, getting up at 5:00 a.m. to clean the restaurant street, and then run errands or shop at the market.
After finishing his work at the restaurant, he got ready and ate breakfast before going to school. In the afternoon, Balam again had to clean the dining room and wash some dishes. Balam hated doing all this work because he saw his friends play, but he did not have the opportunity to do it since he depended on an employer. Balam worked six days a week, and he already had a work routine. Because of this, Balam had a favorite day and it was Sundays, because it was his day off where he took the opportunity to go to see a baseball game, swim, and go horseback riding with his friends.
. . . You may wonder, where was Balam's mother? Balam's mother had a tough job: every day she had to carry several liters of water to the second floor of the house where she worked because there was no water coming up to the second floor. One day the mother slipped on the stairs when she was carrying water, which left her hospitalized with several injuries; she experienced a hard blow to the stomach and for that reason she quit her job and returned to the Zapata community. Meanwhile, Balam stayed in the city living alone and saddened by what had happened to his mother.
At the age of eleven he finished his elementary education and later migrated to another city called Ocosingo, Chiapas, and lived with his mother for six more years. Balam continued to study with great enthusiasm because he wanted to learn and excel. On the other hand, Balam worked on his days off as a gardener and painter on the ranches. In addition, Balam became a young man who liked sports; he played soccer at his school and in the neighborhood. So it seems that Balam in his childhood and adolescence was a migrant.
III. Migration to New Opportunities
That migrant child who did not speak Spanish got to know various cultures. Balam became a young man and his need to migrate to survive became a dream of conquering new horizons. That is why he decided to migrate to study psychology in a state called Michoacán, which is located in the center of the Mexican republic. Balam belonged to the Mayan culture, but in this new stage he lived with people from the Purépecha and Tarasco cultures. The trip to Balam was both beautiful and heavy — traveling twenty-four hours from Chiapas to Michoacán.
This young man came to the city without friends or acquaintances, and when he arrived it was difficult for him to adapt given he didn’t have a circle of friends. One day, Balam got lost in the city because he took the wrong transport. On weekends, this young man went out for a walk throughout the city since this city was built for walking between its clean streets and its pink walls. Most of the house walls were built of pink stone quarry, but, hell, this reminded him of the sweater his mother wore when they first separated! It seemed that, to Balam, this color of the walls reminded him why he had to fulfill his dreams. The color reinforced his desire to continue forward.
Balam studied at a public university. This university was known for its lower-class population since the university was free. However, it was difficult for Balam to sustain himself in that city, and for that reason he had to work as a waiter and fruit carrier in a grocery store. In addition, Balam applied for a university scholarship, but for that he had to fight with the government.
On a Sunday night Balam and one hundred other peers shut down the university. The government and some university leaders were so corrupt that they profited from the needs of the students. In response, the students decided to organize demonstrations to complain about the long delay in scholarships. That day, the students closed the university and the streets of the city in order to create chaos in the city traffic and be heard by the government.
Early Monday morning, traffic began to be observed in a part of the city. In the city's aqueduct you could see reporters from all the city's media. The people, transportation workers, commuters—they all started to get angry with the students who were on strike. There were even colleagues from the university who were against this demonstration since they wanted to continue attending classes. It seemed that the protesting students did not have anyone’s support.
Around 6:00 a.m., Balam was in the middle of the crowd with his fellow protesters. Balam was standing under a jacaranda tree outside the university when Balam suddenly saw the lights of police patrol cars. Faced with this situation, Balam's peers remained calm, but the police did not seek a dialogue; instead, they came to beat the students. Balam, in his head, said with courage: “Shit, I have to help my colleagues.”
Balam arrived at the front of the protest, but seconds later the policemen began to beat one of Balam's colleagues with sticks. Balam, along with his colleagues, defended himself with slingshots, sticks, and Molotov cocktails, but this only infuriated the police. The policemen began to tear gas the student protesters. One of the students affected was Balam so he could not see anything. At that very moment some of Balam’s colleagues arrived to help him, and the female students used all their strength to help their colleagues. Balam was taken to the university bathroom, which was a safe space because the police did not have the right to enter the university campus.
Balam was helped; at that moment he only cared about the pain and the burning of gas on his face. Balam's colleagues told him: “Lie down, get on the floor.” Balam also heard the screams of his colleagues saying: “Bring the milk, bring the Coca Cola to the bathroom, bring a flannel.” Balam recalls that he felt a very cold liquid on his face that caused him more pain and burning, but it was the milk that his colleagues had put on his face. Balam had to remove his sweater because it had a lot of gas and it burned his body. Minutes later, Balam composed himself, and the pain and burning felt better thanks to his colleagues.
After an hour, Balam learned that several of his colleagues were brutally beaten and were taken to the hospital to be treated. From this event, the university director and the authorities decided to agree on a dialogue about the payment of students’ scholarships.
So it seemed that the protest had had a positive result—and it seemed that violence had to be reached to be heard! Balam said: “Damn injustice of the system.” Since then, he set a goal in his life: stand up to the system, face the problems of society and help his community—be it his town, the students, or another identity that he had yet to find.
IV. Migration to the Border
Balam lived for seven years in that city, when he finished his studies he returned to his village for a year. This young man returned to his village with new knowledge. For a few months Balam began looking for work, but opportunities were scarce. Balam, seeing that he could not find work, decided to migrate thanks to the suggestion of an American friend. He had to travel from border to border, from the south to the north of Mexico.
Balam migrated to a city called Tijuana. When Balam arrived in Tijuana he met his American friend and together they explored the city. But Balam did not like the structure of the city because he was used to a cultural city; he was used to rivers, waterfalls, the jungle, and in the north of the country it was the opposite. When he walked through the city, Balam realized that the city was characterized by being multicultural due to the large number of migrants. Balam realized that it was a city of migrants from different countries such as El Salvador, Honduras, Cuba, Guatemala, Venezuela, Haiti and even Cameroon, Ethiopia, and other African countries, to name a few.
Balam grew interested in learning about the immigration issue of this city, so he decided to stay to live there and look for a job. Balam got to know a shelter, and there he began his volunteer work while little by little he immersed himself in immigration law. There were many migrants who were requesting political asylum to the United States, and, in his opinion, it was mostly a forced migration since the migrants were fleeing the insecurity they experienced in their town or country. At that time, Balam realized the great need for a psychologist and decided to focus his full time on supporting these migrants.
Truly, Balam had been a migrant throughout his life. This had enriched his life, and his stay there generated empathy for the migrants. Without a doubt, this gave him many experiences, both good and bad. On the first day of volunteering, Balam worked with individuals or families from the State of Michoacán and Guerrero. That day, he realized that these people had lived all their lives in their hometowns, but had to migrate due to constant extortion, threats, and killings by criminal groups.
For Balam it was not easy to work with these migrants who dealt with psychological trauma. Many women were raped; many mothers had their children killed. Thus he was acquiring knowledge, for example, that people from Central America or from other parts of the world tended to migrate with great fear since their lives are at risk. For his fellow Central American migrants there was another fear of police detention and expulsion, and a defenselessness due to the lack of rights and documentation to remain legally in Mexico. Similarly, criminal groups tended to be a danger since migrants are easy prey for extortion and theft.
Balam became aware that the migrants were victims of drug traffickers, gangs, pastors, and priests, among others. In short, he realized that most of the leaders played with the needs of the migrants. On the other hand, this is where he began to reflect on people who believe they are doing good for society. In fact, he saw so much perversion in certain people who tend to profit from the need of others (this reminded him of the Mexican saying: he who does not cheat does not advance).
So the days and months went by. He served approximately 500 migrants a month from all over the world. But suddenly, migratory work had a resounding change due to a global pandemic that devastated the entire system of humanity: COVID-19. For Balam it was not easy to work with this challenge since all his attention to migrants became remote. However, Balam's passion to support migrants could not be taken away from him by nothing and nobody.
V. Migrants in the Time of COVID-19
His thoughts and feelings revolved around migrants in vulnerable conditions, but Balam emphasized the migrants who were held in migrant detention centers in the United States, where hundreds of migrants were detained. Even Balam, who had never entered the migrant screening centers or the “ice boxes,” knew that poor personal hygiene and chronic health conditions posed a serious threat to the health and lives of detainees. He remembers that a migrant died because he was infected with the coronavirus.
How did Balam endure or survive during the pandemic since he is in quarantine? For Balam it was not easy to deal with the restrictions as he was used to having adventures. At the same time, he reflects that he had a privileged experience because his life did not compare to the lives of migrants who were requesting political asylum. So is there reason to complain? Of course not! B alam settled for being shut in at home and acknowledges his privileges of having a home, food, a job and being in good health. Balam lived through many adversities in his life, so this situation was not difficult for him. Let us remember that the Mayans considered Balam an ambivalent animal, a symbol of darkness and of light.
Thus, during the pandemic, Balam decided not to return to his family or to his home state. Instead, he chose to stay to help the migrants and continue to confront the unjust policy of the U.S. government, which for years has opposed migrants. Therefore, Balam continued to fight for the rights of migrants along with other organizations on the Mexican border with the United States despite the pandemic. In Tijuana, Baja California live more than 10,000 migrants from all over the world seeking political asylum in the United States. But since the pandemic started there has been a stagnation of the migratory population because they cannot enter the United States; Balam concluded that the U.S. government was one of the governments that played with the needs of migrants, played with their emotions, and played with their feelings to the point of becoming psychological torture that impacted fathers, mothers, and children.
Today, Balam wonders about the migrants who are in Mexico. What about those children who have left their friends and family in their native countries? What about those young people who left their parents? What about these migrants who are fleeing violence in their country? What about those who do not have medication or who do not have rights to request medical assistance because they are a migrant? What about those fathers and mothers who are unemployed? What about humans who do not have food to eat? Ultimately, the consequences of COVID-19 are devastating and heartbreaking, just as much as when Balam saw his mother leave.
Rather, what about the authorities? What about the people who enjoy their privileges? What about U.S. laws? What steps are governments taking to help migrants during the pandemic? Indeed, there are many questions, but the answers are few. It seems that the wickedness of politicians in the United States and Mexico is so cruel that even immigration issues have been based on hatred and the violation of the most basic human rights.
Balam does not rule out that there are also people who are actually dedicated to helping others, but for now he has found only one tool against injustice: fraternity. Now Balam is an activist who is dedicated to defending the rights of another community. That is also his fight against political injustice. Balam is dedicated to doing what he always wanted to do; Balam wants to be saved; like Balam we are all migrants.
Vol68-Mendoza